Una excursión a los acantilados de Loiba

1 septiembre, 2018

Visitar los acantilados de Loiba durante tus vacaciones en Foz te va a proporcionar las vistas más espectaculares que puedas tener de la costa de Galicia. Un litoral agreste, duro y hermoso al mismo tiempo. Unos parajes realmente impactantes, tanto por su aspecto salvaje como por su belleza. ¡No te los pierdas!

Los acantilados de Loiba, bañados por el Atlántico

El espectacular paisaje de los acantilados de Loiba forma parte del municipio de Ortigueira, ya en territorio de A Coruña. Un lugar sencillamente privilegiado por las vistas atlánticas que ofrece. Sí, atlánticas, porque el cabo de Estaca de Bares que divisamos desde aquí representa no solo el lugar más septentrional de España, también el punto en el que se funden las aguas del Atlántico con las del Cantábrico que disfrutamos durante nuestras vacaciones en Foz.

Las vistas de los acantilados de Loiba

Desde la nombrada Estaca de Bares al este, hasta el cabo Ortegal en el oeste, ese es el espacio divisable desde los acantilados de Loiba. Unos lugares en los que se descubre a surferos sobre las olas del mar, playas de arena que quedan ocultas con la pleamar, barcos pesqueros en el horizonte… Y sobre todo, unos acantilados cuyas alturas oscilan entre los 80 y los 160 metros. ¡Impresionantes!

El mejor banco del mundo

El mejor banco del mundo en los acantilados de Loiba
El mejor banco del mundo

Desde luego unas vistas como esas hay que contemplarlas con calma y reposo. Y para ello están habilitados numerosos miradores a lo largo de esta costa. No obstante hay uno que ha alcanzado enorme prestigio internacional por dos motivos.

En primer lugar porque en su parte trasera se puede leer la leyenda que le nombra como el mejor banco del mundo. Algo que escribieron unos músicos escoceses, los cuales habían llegado para actuar en el Festival del Mundo Celta que se celebra anualmente en Ortigueira. Los músicos fueron a darse una vuelta hasta los acantilados de Loiba, y pese a estar acostumbrados a los litorales salvajes, quedaron impresionados con las vistas, dejando constancia de ello por escrito.

Y por si fuera poco, el mismo lugar de los acantilados protagonizó la mejor foto nocturna del año en su edición de 2015. Una imagen que es impactante por la singular conjunción de tierra, mar y cielo.

Un paseo por los acantilados de Loiba

Acantilados de Loiba
Acantilados de Loiba- Onioram / Wikimedia Commons

Así que no lo dudéis, emprended esta excursión a los acantilados de Loiba en Ortigueira. Y una vez allí calzaros las botas de montaña y recorred el sendero costero que hay habilitado. Por supuesto, disfrutad un rato de las vistas desde el mejor banco del mundo, pero también caminad por el entorno, porque vais a quedar fascinados con este espectáculo de la naturaleza.

Las playas

Por esos senderos descubriréis que hay caminos descendentes hacia el mar. De hecho, si la marea está alta, comprobaréis que esas sendas no llevan a ninguna parte, salvo a sumergirse en el océano. Sin embargo, si la marea es baja, apreciaréis que allí hay unos pequeños arenales en forma de playa. Las más hermosas son las de Picón o la de Sarridal.

Las furnas

Otra de las cosas que os puede sorprender durante este paseo por los acantilados de Loiba son los muchos islotes que se forman y como en muchos de ellos hay cuevas. Son las llamadas furnas, y son fruto de la acción erosiva milenaria del mar. Son muchas y de formas muy curiosas, pero una de las más espectaculares es la llamada Penafurada.

Las algas

Cuando se pasea por los acantilados en los días de temporal, se comprende en toda su plenitud qué es la furia del mar. Es algo inolvidable, aunque arriesgado si la climatología es demasiado adversa. Así que mucha atención. Por ello, es recomendable consultar el parte meteorológico antes de lanzarse a esta excursión.

Lo cierto es que se disfruta mucho más con el buen tiempo, que además nos puede proporcionar grandes sorpresas como conocer el trabajo de las algueiras. Mujeres de la zona que se dedican a recolectar algas en los acantilados, unas algas que tradicionalmente han sido abono para sus campos de labor. Una sorpresa más de las que nos aguardan en los acantilados de Loiba.